Los casos autóctonos de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo implicarán cambios en los protocolos europeos.

Viernes 16 de Septiembre del 2016

El protocolo para el manejo de los pacientes con fiebres hemorrágicas en España contempla que, para la sospecha diagnóstica, se deben tener en cuenta los antecedentes epidemiológicos del paciente. En el caso de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (FHCC), hasta ahora se consideraba como punto necesario que la persona con síntomas hubiera viajado a los países afectados por esta enfermedad en un periodo no superior a las tres o cuatro semanas.

La confirmación del primer caso autóctono en humanos de esta enfermedad de Europa, confirmado en Madrid (España) a principios de septiembre, y el contagio secundario que sufrió una enfermera que atendió a dicho paciente, han puesto en el punto de mira la necesidad de actualizar las guías clínicas para incorporar la sola posibilidad de una mordedura de garrapata, en un país en el que se tenga constancia de la presencia del artrópodo vector, y en el que además circula el virus, como factor para sospechar de un caso.

La FHCC es una patología que pertenece a las fiebres hemorrágicas. Está causada por un patógeno del género nairovirus (familia Bunyaviridae), que es capaz de infectar tanto a animales como a personas. Se transmite por artrópodos vectores, en concreto por la picadura de garrapatas duras (Ixodoidea). Además también se puede realizar un contagio por contacto con carne fresca contaminada, mediante la ingesta de leche fresca procedente de animales infectados, o en el entorno sanitario por la manipulación de materiales y fluidos biológicos como sangre, vómitos o heces contaminados de pacientes que hayan desarrollado la enfermedad. El periodo de incubación suele ser de entre 3 y 7 días, pero se puede extender hasta las dos semanas. 

De acuerdo al documento elaborado por el Dr. José Antonio Oteo, jefe del Área de Gestión Clínica de Enfermedades Infecciosas del Hospital San Pedro-Centro de Investigación Biomédica de La Rioja y miembro de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), aunque se ha encontrado en otras especies de garrapatas, esta enfermedad tiene como vector reconocido a la garrapata Hyalomma marginatum, que además actúa como principal reservorio del virus junto a los pequeños roedores.

El criterio diagnóstico se basa principalmente en la sospecha clínica y la SEIMC recomienda que, ante la duda, se realice un hemograma y un análisis de enzimas hepáticas en sangre, además de otras pruebas más específicas como la determinación para la detección de anticuerpos o la realización de pruebas moleculares como la PCR y el cultivo.

Según comenta a Medscape el Dr. Antoni Trilla, jefe de Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona- Universidad de Barcelona (UB) y uno de los principales referentes españoles en el campo de las enfermedades infecciosas, la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo es una enfermedad que "hasta ahora, en España, era importada".

Se sabía de la presencia de la garrapata pero hasta ahora no se habían detectado casos autóctonos. El primer paciente confirmado en España, que ya ha fallecido, fue un hombre de 62 años de edad que fue picado por una garrapata mientras paseaba por los montes aledaños a su domicilio en la provincia de Ávila. Refirió de manera clara haber sido picado por una garrapata y no reunía ningún criterio de caso importado, es decir, no había viajado recientemente a las zonas consideradas endémicas.

"En realidad se sospechó que podía tratarse de esta enfermedad cuando hubo el contagio de la enfermera que lo atendió. El paciente desarrolló insuficiencia hepática aguda que requería trasplante urgente, pero en realidad las hepatitis fulminantes no son tan extrañas y, al no haber constancia de casos autóctonos, era muy difícil sospechar que se tratara de una fiebre hemorrágica", explicó el Dr. Trilla.

Guías clínicas

Los hospitales españoles que cuentan con departamentos o secciones de Medicina Tropical disponen, desde hace años, de protocolos para hacer frente a posibles casos importados de fiebres hemorrágicas. Esto cambió "de manera radical" a partir de la epidemia de Ébola en África occidental, hace un par de años, en la que se infectaron dos misioneros españoles y se registró un caso de transmisión a una de las enfermeras en un hospital madrileño.

Trilla detalla que este a partir de entonces se elaboró un nuevo protocolo que es de utilidad para afrontar otras posibles fiebres hemorrágicas, que son del mismo grupo, aunque con pequeñas modificaciones y adaptaciones en función de las características propias de cada enfermedad.

Ahora con la aparición de los casos autóctonos es necesario, a juicio del Dr. Trilla, retocar el protocolo para realizar una correcta vigilancia de los posibles casos de esta enfermedad. Las recomendaciones actualmente señalan que ante la sospecha clínica se debe contactar con los servicios de vigilancia epidemiológica correspondientes y mantener al enfermo en unas condiciones especiales de aislamiento. En los casos en los que así lo amerite, se debe trasladar al paciente lo antes posible a alguno de los hospitales de referencia, en condiciones especiales de aislamiento.

En el caso de los contactos directos del afectado, el protocolo indica que se deben vigilar durante el doble del periodo de incubación, periodo en el que se debe monitorizar la temperatura dos veces al día y, ante la aparición de cualquier síntoma, acudir al médico. A raíz de los casos confirmados en Madrid se está realizando la vigilancia de unas 200 personas actualmente.

Diagnóstico y tratamiento

Según la SEIMC, los pacientes que desarrollan la enfermedad presentan un cuadro clínico inespecífico que normalmente debuta con fiebre elevada y puede estar acompañada de cefalea, diaforesis, mialgias, y manifestaciones digestivas en forma de nauseas, vómitos y diarrea que suele durar entre 1 y 7 días. En esta primera fase, mediante pruebas de laboratorio se puede encontrar trombocitopenia, leucopenia y elevación de las transaminasas hepáticas. La fase hemorrágica se caracteriza por la aparición de petequias o equimosis en la piel y las mucosas, hematemesis y melenas. Puede existir un deterioro del nivel de conciencia en función de la afectación de otros órganos y sistemas. Los pacientes suelen desarrollar afectación hepática con elevación de LDH y CPK, lo que se asocia a un mal pronóstico.

Es importante tener en cuenta que existen otras enfermedades transmitidas por garrapatas que pueden causar manifestaciones clínicas que pueden simular una FHCC. "Fundamentalmente hay que descartar la fiebre botonosa (por Rickettsia conorii) y cuadros afines provocados por diferentes especies de Rickettsia circulantes en España como Rickettsia monacensisRickettsia sibirica mongolitimonaeRickettsia aeschlimanni o la infección por Anaplasma phagocytophilum u otras menos frecuentes, pero también presentes en el área como las infecciones por diferentes especies de Babesia o la infección por Neoehrlichia mikurensis. La enfermedad de Lyme provocada porBorrelia burgdorferi y el DEBONEL (Dermacentor-Borne-Necrosis-Erithema-Lymphadenopathy) o TIBOLA (Tick Borne Lymphadenopathy) provocado por Rickettsia rioja y Rickettsia slovaca no suelen cursar con fiebre alta", según el documento de la recomendaciones de la SEIMC.

Hasta hace pocos años, el principal objetivo ante un paciente infectado por una fiebre hemorrágica consistía en intentar evitar nuevos contagios. Ahora, la atención está también enfocada a procurar salvar la vida del enfermo y minimizar la posibilidad de secuelas.

Actualmente, la estrategia terapéutica, además del tratamiento de soporte de los posibles daños funcionales, se basa en la administración de ribavidina, un fármaco antivírico que se usa en otras infecciones, como el VIH o la hepatitis, y que ha mostrado cierta eficacia contra la FHCC.

Fuente:http://espanol.medscape.com/verarticulo/5900712#vp_2

El virus Zika y Ludwing Wittgenstein

Jueves 21 de Julio del 2016

 

Escribir sobre enfermedades emergentes se empieza convertir en una peligrosa costumbre, porque por un lado está el no siempre bien entendido aserto “de lo que no se puede hablar mejor es callar”, traducido otras veces por “de lo que nada se sabe mejor es no hablar” del filósofo Wittgenstein, y por otro lado está la insistencia comprensible de profesionales y medios por conocer más y mejor un problema que llega, o parece que llega, de forma inminente.

VirusZika

Asombrosamente, sin embargo, las últimas epidemias siguen un patrón regular, que se suele cumplir como un guión consolidado por la experiencia de varias décadas de alertas y emergencias sanitarias.

La primera alerta sanitaria internacional del siglo XXI (al margen de tal calificación por la OMS) fue la alerta bioterrorista por carbunco (anthrax) en 2001. Posteriormente el SARS (2003) desbordó todas las previsiones y puso de rodillas a grandes países desarrollados que se vieron sorprendidos por una zoonosis de causa viral, ocasionada por un agente nuevo contra el que no había ni vacuna ni tratamiento. El SARS, o “madre de todas las epidemias” como me gusta llamarla, fue vencido con herramientas medievales, tales como el aislamiento de los pacientes, la cuarentena de los contactos y medidas de higiene. El SARS marca los tics y respuestas automáticas que se ven en todas y cada una de las posteriores grandes amenazas epidémicas, incluyendo la función de los medios de información y hoy de las redes sociales. Más tarde vendrían la gripe aviar, la pandemia gripal de 2009 y el Ébola.

En todas estas epidemias se vio como fundamental informar con claridad y sin ambages sobre lo que se sabe y lo que no se sabe, con humildad, sin oscurantismos y actuando con gran velocidad para adaptarse a las novedades emergentes. No en todos los casos se hizo. Tampoco todas las decisiones técnicas fueron las adecuadas en cada momento y solo hay que ir a la hemeroteca.

En el caso del virus Zika, parecen aprendidas ya algunas lecciones. Por ejemplo que hay que disponer de un protocolo para profesionales que esté en tiempo y forma para el uso de todos, así como información concreta ysencilla para viajeros que al ser compartida rápidamente pueda ser efectivamente útil a los profesionales y sobre todo a los pacientes.

Del Zika sabemos poco, pero lo que sabemos es extremadamente útil y conviene resumirlo en breves pinceladas.

-El virus Zika, como arbovirus, precisa de un paciente con viremia, la existencia permanente o introducida del vector y un huésped susceptible para completar la cadena epidemiológica. Todos esos elementos se dan o pueden dar en el verano en gran parte de Europa meridional, solo que a una baja carga en general (me refiero a la presencia simultánea de viajeros con infección activa y mosquitos del género Aedes), por lo que la transmisión local es posible tarde o temprano, pero no altamente probable o inmediata.

-Los vectores naturales en África del virus son especies del género Aedes. La especie que lo propaga en Latinoamérica es Aedes aegypti principalmente y parece claro que también lo puede transmitir Aedes albopictus, introducido desde hace años en la cuenca mediterránea, valle del Ebro e Islas Baleares. Además, en España hay otros Aedes autóctonos, como Aedes detritus.

-Los brotes de transmisión local de dengue en Madeira y de Chikungunya en Ravenna (Italia) o Montpellier (Francia) permiten anticipar que algún brote de transmisión local de Zika, tarde o temprano, se podría producir en Europa. Lo previsible es que el control sea rápido, tal y como se hizo en estos casos, pero no es descartable una expansión explosiva en determinados lugares donde la presencia de mosquitos es muy intensa.

La cuestión relevante, en realidad es ¿por qué hablamos del Zika, si en realidad es la más leve de estas enfermedades, ocasionando síntomas leves (fiebre, rash, malestar o conjuntivitis) en solo uno de cada cinco afectados? Como ya todo el mundo sabe, porque el virus Zika puede ser teratogénico.

Desde el reciente artículo de The New England Journal of Medicine poco parece dudarse ya, aunque aún subyace la pregunta de por qué la incidencia de microcefalia se multiplicó al menos por 20 en Brasil y no tanto o casi nada en otros lugares. Pero el hecho parece probado. Un hecho que ensombrece la amenaza, siendo millones de mujeres en edad fértil las que viajan a Latinoamérica y cientos de millones las mujeres residentes en los países afectados.

Nada nos importaría el Zika si no fuera porque puede provocar malformaciones congénitas, en cierto modo parecidas a las ocasionadas por la rubéola o el citomegalovirus. Y ahí empieza el temor colectivo, las recomendaciones inciertas o no, vacilantes o decididas, sugeridas u obligatorias. Cualquier decisión no es completamente inocua y el juicio ponderado de la OMS, ECDC, CDC, el Ministerio y las Comunidades Autónomas, e incluso el de las sociedades científicas parece, por una vez ir muy de la mano.

En mi opinión, declarar la alerta sanitaria internacional por la OMS ayuda a movilizar recursos y apoyos en la zona y eso es importante. Si aumenta indebidamente el miedo o llega a dañar incluso proyectos como los Juegos Olímpicos, eso dependerá de la gestión de cada país y de la comunidad internacional en su conjunto.

Protegerse de las picaduras de los mosquitos siempre fue y probablemente será la piedra angular de la medicina del viajero (junto con la garantía de beber agua potable). Sin embargo esto es muy complejo en la práctica si se reside en un país fuertemente afectado por la epidemia. Tarde o temprano cientos de mujeres residentes, viajeras profesionales o turistas consultarán a sus ginecólogos y médicos de cabecera si pueden quedarse embarazadas en dichas zonas o cual es el plan de seguimiento de su gestación ya en curso. Y este es el nudo gordiano de esta nueva epidemia, dar una salida en España y no solo, a las necesidades de maternidad segura y a los derechos de salud reproductiva que en gran parte del planeta se les niegan a millones de mujeres.

En nuestro medio no me cabe duda de que todas aquellas mujeres que realmente precisen seguimiento tendrán un tratamiento humanizado y exquisito, que confirme o descarte la infección presente o pasada por el virus Zika, y de ser así, serán estudiadas ecográficamente con la frecuencia necesaria durante su gestación.

Por lo que se refiere al pequeño aumento de incidencia de síndrome de Guillain-Barré, (que se observa también cuando hay otras enfermedades virales con alta incidencia, como por ejemplo la gripe) o la posibilidad ocasional de transmisión sexual (también se ve a veces en otras enfermedades que producen alta viremia), quizá haya que citar de nuevo a Wittgenstein, “de lo que no se puede hablar mejor es callar”.

Dr. Juan Martínez Hernández.

Especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública

Director de la Fundación para la Formación de la OMC

Fuente: http://www.sempsph.com/es/noticias/ultimas-noticias